Iñaki C. nazabal

encada esquina un maestro 49

Los cementerios del mundo están llenos de gente que se consideraba imprescindible. Georges Clemenceau

Y ya ves, la vida sigue. He conocido muchas personas (yo mismo pasé por ello un tiempo) que se consideran imprescindibles en su trabajo. Si ellos no están, los demás no van a ser capaces de salir del paso. Esto es muy habitual en autónomos, pequeños empresarios y mandos intermedios. Son esos que no apagan el móvil ni de noche, ni en domingo, ni de vacaciones.
La mayoría de las veces, aunque ellos no se den cuenta (quizá porque en el fondo no se atreven), lo hacen para no tener que afrontar otras partes de su vida en las que no se desenvuelven tan bien. Y si dejaran hacer a sus subordinados, se llevarían más de una sorpresa.
Otras veces sólo responde a que todo ha de hacerse “a su manera”, pero habría que ver si es así porque en otros órdenes de su día a día no es así (y si lo es, aún tendríamos de qué hablar).
Esto sucede también, especialmente a las mujeres, en el ámbito familiar. La sufrida madre y esposa, sustento y apoyo principal en la vida de su marido e hijos que, a fuerza de sacrificarse por ellos (qué iban a hacer sin ella), pasa de ama de casa a esclava del hogar.
En muchos de estos casos, no siempre, subyace el miedo a afrontar una vida propia. Asumiendo las responsabilidades de otros, declina las que tiene hacia sí, y halla la disculpa perfecta (pues la disfraza de una falsa bondad) en ese “sentirse imprescindible”, cuando quizá (sólo quizá), en realidad esté robándoles parte de su vida al no permitirles superar por ellos mismos las dificultades que se les presentan.
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