Iñaki C. nazabal

Io Khe Tsé XXX

Anoche tuve la suerte de estar en un lugar desde donde podía contemplarse con serenidad el cielo. La luna brillaba llena sobre las luces de la ciudad, a suficiente altura para que éstas no distrajeran o estorbaran. Un grupo de nubes grises avanzaba simulando una procesión, cada una enmarcada en un halo brillante que la luna le proporcionaba, cambiando su forma lentamente, llegando a fundirse unas con otras para crear nuevos dibujos. Cerca de los tejados el aire se movía más rápido, y una solitaria nube blanca, cuya silueta iba alargándose a medida que se desplazaba, fue adelantando a las demás nubes. Quizá alguien podría haber interpretado que se agachaba para avanzar a mayor velocidad y pasar desapercibida..

Abajo, domingo noche, una hilera de coches regresando al hogar, sus ocupantes quizá pensando ya en el lunes que amenaza. Algunos, seguro, anhelando ése último momento de no-obligación que la semana les permite, puede que intentando adivinar esa porción de minirrealidad (cierta o no) que les ayude a levantar mañana, o acostarse hoy: qué habrá hecho mi equipo?  se habrá separado por fin aquella actriz? se aprobará la nueva ley?..

Me pregunto “cuál fue la verdad de anoche?” Me respondo “todas, y ninguna”.
Site Meter