En las tabernas, todos los coches corren mucho y gastan poco. Isidro Nazabal
No nos importa disfrazar la verdad, a los ojos de los demás, hasta el punto de hacerla no creíble. Incluso nos vestimos de tontos, para hacernos creer que ha colado. Cualquier cosa antes que reconocer lo que consideramos una miseria, aunque en realidad sea una fortuna menor que la de otros (si lo pensáramos bien, nos daríamos cuenta que esas otras fortunas tienen mucho de fingidas).
Propongo una nueva arma: hacernos conscientes de nuestra condición, sin duda afortunada en más de un sentido, y sonreírla como sutil celebración. Y, a modo de escudo, reconocer y señalarnos el esfuerzo y sacrificio que a algunos les supone mantener su tragicomedia.
